Capítulo 1 - LA RAMA HISPANA DEL
ORIENT EXPRESS ▼▼▼
** 28 DE OCTUBRE ** ▼ (Haz click aquí para mapa de ruta)
Ha sido mucho mas fácil que en otras ocasiones. La policía serbia, en su control de fronteras nocturno, se limita a estampar un sello en mi pasaporte. El episodio, sobre las dos y media de la madrugada, casi no me arrebata del sueño, un sueño pesado de puro cansancio. Tanto es así, que cuando me despierto de nuevo, son las diez de la mañana y Belgrado ha quedado atrás.
PLAYA DE VÍAS DE KELETIA
'SCHIENENBUSES' CERCA DE NIS |
LOCOMOTORA 030T SERBIA |
PAISAJE DE SERBIA AL ESTE DE NIS |
LARGA PARADA EN LA FRONTERA SERBIO - BÚLGARA |
El cruce de la frontera ha sido tedioso y circulamos con dos horas y media de retraso. Poco antes de Sofia (en cuya estación observaré las que con seguridad son las travesías de unión doble más anchas del orbe), me cambio en marcha al coche literas turco situado en el extremo delantero, e inmediata y paradójicamente... mejoro de clase. ¡Que diferencia! Y por una cifra casi ridícula, me aseguro ir solo en el departamento, y recibo una cena que no he solicitado, cortesía de los TCDD (la compañía turca de ferrocarriles), pero que cumple a mi apetito de manera apropiada, dado que durante la breve parada en Sofia -debido al retraso acumulado-, no ha habido tiempo para compras. Con el olor de las espinacas a la crema turcas pegado a las paredes de mi departamento (calentadas en una curiosa bolsa con una sustancia químíca a la que se añade agua que entra en ebullición al punto, ‘invento del ejército turco’, me asegura el amable conductor de mi coche), olor que me sugiere ya la proximidad de oriente, me tiendo complacido en un lecho que viaja sobre bogies de confort.
** 27 DE OCTUBRE ** ▼ (Haz click aquí para mapa de ruta)
El paso por Suiza ha sido tan fugaz que ni siquiera he necesitado cambiar francos. Los suizos, como sus vecinos centro y norteeuropeos, son madrugadores, y armados con sus cafés y sus cruasanes abordan la miríada de trenes -de varios tipos, anchos y compañías- que, al segundo, efectúan su paso por Biel. Por mi parte, abordo un ICN, que no es sino un pariente más de la larga familia de los ETRs italianos. La tremenda eficacia de los SBB (¡que fácil resulta todo en Suiza!) hace que, en apenas quince minutos, tras mi llegada a Zurich, consiga los tres billetes para los tres trayectos siguientes, es decir, Viena, Sofia y… Estambul. Un simbólico 'Orient Express' me llevará por tercera vez a la ciudad del Bósforo, y batiendo además un curioso reto personal: por cuarenta minutos voy a bajar de los tres días en el recorrido Madrid – Estambul por ferrocarril. ¡Que nadie intente batirlo por carretera!
Un fresco paseo por
la antigua ciudad imperial y sus maravillas arquitectónicas –sin
olvidarme de apuntar mis objetivos hacia los numerosos tranvías que recorren
las bien iluminadas avenidas- me deja con el buen ánimo suficiente para abordar
el tren que, tras dos noches, me dejará en Estambul. Por supuesto, tras
proveerme de las necesarias viandas para el vıaje (el Beograd/Balcan Express,
increíblemente, no lleva restaurante). El desastroso estado del coche cama
búlgaro se compensa con la simpatía de la pareja que lo atiende –una joven
divorciada que no para de reirse y de fumar y un aguerrido tipo de mediana
edad, ambos de Sofia-, en los cuales se encuentran ya sutilmente presentes las
características fisionómicas eslavas
Tras la conversación de introducción, cuando mediante un video les explico en que consiste mi trabajo, ambos sonríen. Y apenas un rato después, mientras cruzamos la frontera húngara (sin control alguno de pasaportes, estamos en la U.E.), me sorprenden con un gesto de fraternidad corporativa, trayéndome un sandwich de salami ahumado con queso y pimientos, y -para mi regocijo- un paquetito de 'esmetana', una deliciosa nata agria característica de la Europa de más allá del arcaico 'telón de acero', que figura con seguridad entre el 'top ten' de mis viandas predilectas. ¿Aliviará todo ello el terrible frío que hace en mi departamento? ¿O será el empleado de los ‘BDZ’ alimentando la caldera de la calefacción situada en un extremo del coche, a paletadas de carbón lanzadas con poco entusiasmo? Me acuesto mucho antes de alcanzar Budapest, deseando que de cualquier modo, la temperatura del departamento suba y me arrulle en el desvencijado lecho cuanto antes. Porque la vieja historia se repetirá en breve: en algún momento de la madrugada, unos apremiantes golpes en la puerta me devolverán bruscamente a la vigilia para iniciar las formalidades aduaneras, en una inhóspita playa de vías que lleva por nombre Keletia. |
AVE 3083 A SU LLEGADA A BCN |
Hoy, en las primeras horas de viaje hasta Barcelona, no he hecho nada que me recuerde que estoy comenzando una gran aventura. El desayuno compartido con los compañeros de trabajo en Atocha, las conversaciones con la tripulación a bordo del AVE 3083...nada nuevo bajo el sol. Sólo el detalle de la bolsita de bombones con que me han obsequiado las compañeras de servicio a bordo ('para que te acuerdes de nosotras durante el viaje', apuntan satisfechas), me sugiere que sí, que estoy empezando algo grande. Bastantes días más tarde, se lo agradeceré de corazón, pues estos socorridos dulces contribuirán decididamente a hacer algo más sólidas mis relaciones sociales por oriente, e, incluso, ayudarán a suavizar otros intercambios menos amistosos con ciertos uniformados de diverso pelo. Estos chicos de la Alta Velocidad española son un cielo.
Por otra parte, desde siempre he sabido que el café no me sentaba bien. Nada bien. Es por eso que por culpa del mismo casi arruino la primera parte del viaje. Los minutos han transcurrido tan deprisa en la agradable conversación que ha tenido lugar mientras desayunaba con una compañera de trabajo -con la que he coincidido en Barcelona-, que al salir corriendo para coger el tren cuando tan sólo quedaban diez minutos para la salida, la estación de Sants se ha transformado ante mis ojos en un pequeño laberinto. Por fin, logro abordar el ‘Enlace Internacional’ con el corazón en la zona roja del cuentarrevoluciones, y cuando tan sólo quedan dos minutos para su partida. Cuando me siento al fin, sofocado, mi compañera de asiento se ha cambiado inmediatamente a los del otro lado del pasillo, por lo que adivino sólo puede ser una de dos razones: porque le gusta ver el paisaje del lado montaña, o porque mis carreras por la estación me han añadido un olor de lo más humano.
TGV DUPLEX DE PARÍS, DISPUESTO PARA LA SALIDA EN FIGUERES-VILAFANT
Por lo demas, el E.I. (una prosaica unidad de la S 499, para el glamour que se le supone al comienzo de esta odisea tan particular) ha llegado en hora a su cita con el TGV Dúplex de París en Figueres - Vilafant, y éste a la suya en Montpellier con su primo TGV SE, que presenta una magnífica apariencia a pesar de los 30 años trascurridos desde su puesta en servicio. Cuando en esta última estación me dirijo a los empleados de la SNCF en el andén comentándoles que no es posible -dada la afluencia de gente en las taquillas y lo justo del tiempo de enlace- conseguir un billete con la reserva y el suplemento (la dichosa estación de Montpellier me resulta ya antipática, pues no es la primera vez que esto me sucede), mi más que básico entendimiento del francés me da a entender del discurso que me dedican, que no debo abordar el tren sin tal billete. Por supuesto, no tengo intención alguna de hacerles caso y me aparto de su mirada escrutadora dirigiéndome hacia la parte delantera del tren. Y una vez a bordo, me dirijo armado tan sólo con mi pase a la interventora, que, con una sonrisa me asegura en nuestro idioma que ella ‘jamás cobra a ferroviarios españoles’. Un encanto de mujer.
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'ENLACE INTERNACIONAL' | ||
Las dos balas azules y plata francesas, de una eficacia lineal y casi pasmosa me dejan fresco y relajado -casi sin noción de la distancia recorrida- en Ginebra, a primera hora de la noche. Cumplidos los deberes de la cena, que será de compromiso a bordo de los trenes, en dos saltos puntuales, helvéticos, me sitúo en Biel, unos kilómetros más allá de la hermosa Neuchatel, a orillas del lago que lleva su nombre. Es un ligero cambio introducido a última hora sobre la ruta prevista, dada la imposibilidad de conseguir alojamiento de precio y localización convenientes en Berna.
Sobre el mapa, este de hoy no está
lejos de la estación de los SBB… aunque no debería fiarme tanto de los mapas. Tras cincuenta minutos de caminata por aceras solitarias, poco iluminadas y cubiertas por hojas húmedas, aparece un extraño local hotelero, con las puertas cerradas a cal y canto, y sin que nadie responda al otro lado del comunicador, de diseño tan vanguardista que no parece de manufactura terrestre -cosas del exceso de desarrollo-. La tesitura se presenta magnífica a estas alturas de la noche, desde luego. Pero mi ángel de la guarda nunca descansa (aunque empiezo a observar en él visibles signos de un cansancio de años). En la hoja de la prerreserva viene anotado el numero de teléfono, al que recurro al punto. El inglés cavernícola (cosa extraña en este país) de la mujer que me contesta desde el otro lado apenas nos permite entendernos, pero las puertas se abren al fin. Es la una de la mañana cuando por fin me acuesto en el espartano lecho del establecimiento, con el peso de los 1.500 kilómetros que llevo en mis carnes. Quedan 2.778 hasta Estambul, y tan sólo 6.317 hasta Isfahán. Piece of cake.
▲▲▲ Capítulo 1 - LA RAMA HISPANA
DEL ORIENT EXPRESS
PRIMERA PARTE
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