PRIMERA PARTE
capítulo 4 – LOS TRENES DE LA RUTA
PERSA DE LA SEDA ▼▼▼
La traviesa bailadora de los vetustos bogies Minden que equipan los coches ex-Renfe ha hecho honor a su nombre esta madrugada, y, por momentos, un inmisericorde movimiento de lazo se ha apoderado de nuestro habitáculo haciéndonos sentir que viajábamos en una enorme coctelera sobre ruedas. Del cochambroso estado de los vehículos puede dar una idea asimismo el hecho de que buena parte del periódico de cortesía suministrado ha tenido que ser empleado en asegurar las juntas entre las hojas de las ventanas para evitar el terrible ruido que producían durante la marcha. Al cerrar alguno de mis compañeros la puerta, todo el paño de cristal de la parte superior se ha desprendido de una pieza, sin romperse. Tras un buen rato de soluciones improvisadas, hemos conseguido fijarla con la ayuda del mismo periódico y algo de cinta adhesiva. Mi vecino de asiento, un aunténtico ‘gentleman’ persa –ocupado casi constantemente con su ordenador-, que ha viajado bastante por China y España, se pregunta por qué dedican el peor material a la que debería ser la relación estrella del país, entre las dos principales ciudades, mientras que a otras les asignan los cómodos y rápidos ‘turbotrenes’, unos vehículos que en otras partes del mundo dejaron de circular cuando se encontraban en pleno apogeo, debido a la crisis del petróleo de mediados de los años setenta. Sus turbinas de origen aeronáutico aseguraban un rendimiento excepcional, a costa asimismo de un consumo excepcional y de contribuir en su medida al calentamiento global. En Francia cayeron primero, luego en Canadá y en EEUU, pero aquí siguen circulando a 160 km/h por la línea de Teherán a Mashad, la única dotada íntegramente de vía doble en el país. Para el anecdotario queda que el primer tren de Alta Velocidad europeo, el TGV-001 experimental, fue también un turbotrén.
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TEHERÁN CON LOS MONTES ELBURZ NEVADOS |
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AVENIDAS VACÍAS EN TEHERÁN |
Hoy Teherán me ha parecido más amable. La inestabilidad atmosférica de estos días, se ha traducido aquí en abundante nieve en las cumbres de los Elburz. Es viernes, fiesta musulmana, y el tráfico es menos denso, aunque para subir a la estación inferior del telecabina de Tochal, nos hemos sumergido en un terrible atasco por espacio de una hora; pues el mencionado artilugio constituye una de las atracciones preferidas por los locales para sus días de esparcimiento. Teherán trepa tímidamente por la falda sur de los imponentes Elburz, más allá de los cuales se encuentra la depresión del mar Caspio, con sus factorías de producción de caviar, vigiladas celosamente para evitar la difusión de los secretos procedimientos de elaboración del exquisito manjar. Cuando los bloques de viviendas no pueden progresar más por la ladera, se recurre a una extensa red de telecabinas para alcanzar las cumbres, sus estaciones de invierno y sus hoteles de lujo. Porque, sí, esta es la zona noble de Teherán, la norte, en equivalencia con otras capitales del hemisferio septentrional.
El de Tochal lo constituyen cinco largos tramos enlazados, que en conjunto superan los diez kilómetros de longitud. Hoy, por excesiva afluencia, han cancelado las subidas a partir de un determinado momento. Pero, gracias a la amabilidad persa, las puertas se han abierto finalmente para el extranjero, aunque sólo se me he permitido subir hasta la segunda estación. Ha sido más que suficiente. Puedo asegurar que, de no haber sido por mi manifiesta alopecia, los cabellos se me habrían erizado. La altura a la que vuelan las sucias y minúsculas cabinas entre los valles es terrorífica. Cuando la misma se reduce, y los pequeños cascarones se acercan a los caminos, se convierten en excepcionales blancos para los proyectiles de nieve lanzados por los caminantes y montañeros. Una curiosa pero irritante afición local.
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TORRE AZADI |
La visita a la torre de comunicaciones (quinta en el mundo por altura), a la que finalmente no he podido subir debido igualmente a la afluencia de público, y a la torre Azadi, en la plaza del mismo nombre, son los últimos retazos que me llevaré de Teherán y del país, antes de dirigir mis pasos hacia la India, en un cambio de cultura de profundo contraste. Hoy, 11-11-11, fecha cabalística en el imaginario colectivo musulmán, me alejaré de un gran país y de sus maravillosas gentes, ambos con una identidad singular y seductora. Aquí, todo tiene más fuerza y es más genuino. Los bazares no son tan alegantes, quizá, como sus primos de Estambul o de Aleppo, pero sí más auténticos. Y la voz del muecín llamando a la oración se torna más grave, más solemne…
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JARDÍN ISFAHANÍ |
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PALACIO DE CHEHEL SOTUN |
Un fastidio. No hace ni un mes que se inauguró la línea ferroviaria desde Isfahán a Shiraz. Es realmente una contrariedad, pues de haber sucedido ello antes, el viaje habría sido programado tomando el avión hacia la India desde esta última ciudad, con la triple ventaja de ahorrarme el obligado retroceso hasta Teherán y una hora de vuelo, y, por supuesto, haber visto Shiraz, ‘la ciudad del vino, las flores y las bellas mujeres’ (no quiero ni pensar cómo serán éstas), y visitado las ruinas de Persépolis, únicas en su genero. Me recuerda ello un episodio de parecida factura vivido hace años en Australia, que me hizo perderme una más que interesante ruta ferroviaria recién inaugurada. La historia siempre se repite.
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MEZQUITA DEL VIERNES |
Mi tercer día de estancia en Isfahán ha amanecido cubierto, y con unas temperaturas muy bajas para esta época del año, me aseguran. Las noticias que me llegan tampoco contribuyen a caldear el ambiente, con una tensión creciente entre Israel e Irán, que ha amenazado con una retórica apocalíptica a los hebreos si se atreven a intervenir (más tarde, de vuelta en España, sabré que, efectivamente, durante mi estancia en el país, sucedieron acciones de naturaleza bélica, pero que se quisieron mantener en un perfil tan bajo que apenas se supo de ellas). Además, otro terremoto ha castigado de nuevo la zona este de Turquía -por la que circulamos apenas hace unos días-, con nuevas víctimas mortales; quiere ello decir que he logrado pasar por la zona en tren en el intervalo entre los dos desastres. Mi ángel de la guarda haciendo horas extras…
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DECORACIÓN DE LA MEZQUITA DEL VIERNES |
Concentrémonos, pues, en las alegrías que produce esta ciudad extraordinaria. Isfahán, ‘la mitad del mundo’, como reza el aforismo local, la ciudad que en algún momento fue la capital más importante del mundo civilizado… muestra sus mil caras a cada paso que da el viajero. Occidente y Oriente se dan la mano aquí, y de tal fusión nace el genuino carácter persa, orgulloso pero afable. Este carácter da a estas gentes unos atributos de honradez y sencillez que son de admirar, como su amabilidad y su disposición a ayudar al extranjero. Hoy, por ejemplo, en mi paseo desde el bazar hasta la Mezquita del Viernes, no he sabido situarme en la cuadrícula del mapa, y, al preguntar, un amable muchacho me ha aconsejado coger un taxi, pero al instante se ha ofrecido a llevarme él mismo en su auto. Me confiesa durante el viaje que es armenio. Y en el camino de regreso, el jovencísimo conductor de un taxi ‘no oficial’ se ha ofrecido a hacer el trayecto por un importe que a un español se le puede antojar ridículo, pactado el mismo de antemano. Al llegar a mi destino, y tras relatarme de forma pícara su azarosa vida sexual (!!), ha rechazado del modo más amable, pero con el orgullo de su raza, los 20.000 riales que le intentaba dar de propina (aproximadamente un euro al cambio); ‘esto es suyo, caballero’, ha manifestado mientras me tendía su mano para devolverme el dinero. Me sería fácil hacer una odiosa comparación entre miembros de este gremio de distintas nacionalidades.
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LUNA LLENA SOBRE ISFAHÁN |
Ya en la estación de nuevo para tomar el tren de vuelta a Teherán, he tenido que utilizar el viejo y manido truco, pero que no ha perdido un ápice de eficacia con los años. Cuando, tras el interrogatorio al que me han sometido los uniformados en un estrecho y opresivo cuarto, les he enseñado unos vídeos sobre mi labor profesional, la tensión ha mutado en sonrisas y la incomodidad se ha esfumado. No falla nunca. Y en los andenes por fin, otra composición que en algún momento circuló por la lejana Iberia, me recibe para llevarme lejos de Isfahán. Mi sonriente compañero de departamento y yo, en un gesto excesivamente generoso, les hemos cedido nuestras plazas a los profesores de un nutrido grupo de ruidosos escolares, que llenan prácticamente el tren, y hemos salido perdiendo en el cambio, debiendo compartir con otros dos hombres de mediana edad el escaso espacio. Cuando por fin nos movemos, la misma luna persa de la plaza Meydan-e Naghsh inunda de tibia luz nuestro compartimento.
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ISFAHÁN. PUENTE SIO SE POL (SIO SEH) |
Qué casualidad. En la estación de Kashan, coincido muy de madrugada con la joven –en riguroso chador negro de la cabeza a los pies- con la que compartí departamento en el tren desde Teherán, y taxi en el recorrido urbano por Kashan –y que, encantadora ella, insistió en pagar-. Se dirige de vuelta a la capital, con lo que nuestra escala ha sido la misma. Los dos expresos nocturnos entre Teherán e Isfahán tienen su cruce aquí, dentro de un breve lapso. La espera la ameniza una locomotora diesel, que maniobra perezosamente para acoplarse a una reducida composición de mercancías. La observación de los movimientos me depara varios detalles jugosos: los iraníes emplean el mismo tipo de enganche semiautomático usado en los países que constituyeron la antigua URRS, en Mongolia y en Finlandia. Y el tren carece de cualquier señalización por cabeza y cola que no sea el foco de gran intensidad de la locomotora. Curioso.
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LLEGADA A ISFAHÁN |
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ESTACIÓN DE ISFAHÁN |
Cosas del destino, el último tren que cogeré para llegar a Isfahán, como el primero con el que comencé esta ruta es… español. Reconozco perfectamente nuestros antiguos coches ‘ochomiles’ transformados, equipados con el clásico bogie ‘Minden-Deutz’, y con la especial librea azul-blanco con la que se vendieron hace ahora unos veinte años, y que conservan el marcaje español en el chasis. El interior con moldeados plásticos es típico de la reconversión sufrida durante los años 80-90, pero a estas alturas de su vida, estos vehículos, con casi cincuenta años en total a sus espaldas, aparecen desvencijados y estropeados con el uso, como el resto del parque de coches iraní, necesitado de una evidente renovación. Me toca compartir departamento con una pareja de jóvenes de lo más simpático, y por sus rasgos físicos, cualquiera podría decir que ella es de origen escandinavo, pongo por caso. Así de curioso es el fenotipo persa. Y tras departir un ratito con mis compañeros, eventualmente me las arreglo para dormir unas buenas horas en la litera superior.
Et… voilà, Isfahán. He llegado a Isfahán. Al poner los pies en los andenes de la estación, un ejercicio de reflexión sobre lo conseguido tras 8000 kilómetros en tren desde que hace dos semanas abandoné España, me ha llevado repentinamente a sentirme tan vivo que me han dado ganas de gritar, cual corredor que rompiera la cinta al cruzar la línea de meta; ha sido breve, un momento de alborozo interior como hace tiempo que no experimentaba, y que me llevaré a la tumba como preciado tesoro.
La estación de la ciudad, muy simple y sin muestra alguna de tráfico de no ser por nuestro tren, se encuentra situada a diez kilómetros del centro, algo típico en este país. Pero el trayecto en taxi hasta el hotel ha sido magnífico, con las primeras luces del día alumbrando el enorme oasis donde se encuentra la ciudad, entre altas y ásperas montañas por dos de sus flancos. Un paisaje turbador. Como encantador es el hotel en que me alojo, digno de figurar en cualquier relato exótico sobre oriente. De hecho, es una visita aconsejada más entre las muchas que se pueden hacer en la ciudad, por tratarse de un antiguo ‘caravansari’ del siglo XVIII, y por tener anexa la madrasa Chamar Bagh, con una de las cúpulas decoradas en cerámica verde más elegantes de esta bella metrópoli. El hotel está situado muy céntrico, lo que me permite acceder a pie a lo que con seguridad constituye el epicentro de esta hermosa ciudad:
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MEYDAN-E NAGHSH-E-JAHAN |
la plaza Meydan-e Naghsh-e-Jahan. Al ingresar en la misma, uno queda sobrecogido por sus dimensiones (es la segunda más grande del mundo, tras la de Tiananmen). Es patrimonio de la humanidad, y su perfecta unidad estética es quebrantada por cuatro elegantes contrapuntos; primeramente, en el extremo sur, y con una doble entrada que permite un ángulo de unos 45 grados para ser convenientemente orientada hacia La Meca, se encuentra la mastodóntica mezquita Majed-e Emam, pionera en el sistema constructivo de la doble cúpula, una creación de los arquitectos safávidas. Si uno se sitúa en el centro de la misma, una palabra susurrada llega perfectamente a cualquier rincón del 'mihrab', de tan conseguida que está la acústica.
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INTERIOR DE MASJED-E EMAM |
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INTERIOR DE MASJED-E SHEIKH LOFTOLLAH |
En el lado este se encuentra la mezquita Masjed-e Sheikh Loftollah, un reciento privado, sin minaretes,
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EFECTO ÓPTICO EN PUENTE SIO SEH |
para la oración de la familia real en tiempos prerrevolucionarios, cuyo interior se muestra de una reposada belleza. Por el norte aparece el suntuoso bazar, al que se accede tras flanquear el portal delicadamente decorado de Qaisarieh. Es en este bazar donde late el verdadero corazón de Isfahán, lleno de rincones que sorprenden, casas de baño, salones de té, y hasta un ‘caravansari’. Sus cinco kilómetros de callejones y galerías hacen de él un laberinto en el que cualquiera puede perderse con facilidad, aunque…siempre se llega a una salida. Y por fin, en el lado oeste se encuentra una obra maestra del periodo safávida: el palacio Ali Qapu, cuyas seis plantas ofrecen al visitante sugerentes retazos de la vida palaciega de hace cuatro siglos. Un pasadizo subterráneo que cruza la plaza, lo comunica con la mezquita Masjed-e Sheik. La decoración de alguna de las salas, como la dedicada a audiciones privadas, es sencillamente espectacular. Es una pena que el exterior esté afeado por los andamios de la obra de restauración que sobre ella se está efectuando, hecho que penosamente también sucede con la mezquita de Masjed-e Emam.
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MASJED-E SHEIKH LOFTOLLAH |
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PATIO DE MASJED-E EMAM |
La cortesía iraní me ha hecho compartir conversación y más de un te con varios locales, alguno de los cuales habla un excelente español, en una casa de venta de alfombras en un rincón de la plaza. Unos cuantos acercamientos de muchachas sonrientes y atrevidas y sus propuestas de matrimonio han terminado por sacarme los colores (me sucedió en Kashan también anoche con una mujer y su hija). Qué frescura muestran y qué audaces, en su sencillez, son las mujeres iraníes, y… ¡qué guapas! A lo largo de una vida de viajero, el origen de las mujeres más hermosas –a mis ojos- ha ido migrando. No fue en Rumania, ni en Letonia, ni en Turquía, ni en Siria… decididamente la belleza se inventó en Persia. Jamás había visto nada parecido. Y jamás habría podido sospechar tamaña frivolidad en una sociedad como esta.
Las últimas horas de la tarde me sorprenden en otra de las maravillas de la ciudad: el puente Sio Seh. Hoy es la fiesta del Haji (la peregrinación a La Meca), y la sociedad de Isfahán se desparrama alrededor de la bella construcción de 33 arcos, celebrando, bailando o merendando en los jardines de las orillas. A esta hora, el reseco lecho del río Zayandeh comienza a llenarse de agua, proveniente de un lejano embalse entre las montañas que es aliviado en momentos puntuales, y es una bendición sentir la luz crepuscular que se filtra entre jirones de oscuras nubes, reflejada en estas aguas nuevas.
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MEYDAN-E NAGHSH-E-JAHAN (ARRIBA) --- ATARDECER EN EL RÍO ZAYANDEH (ABAJO)
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** 06 DE NOVIEMBRE ** ▼(Haz click aquí para mapa de ruta)
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TREN CON DESTINO KASHAN Y BANDAR-E-ABBAS LISTO PARA LA SALIDA EN TEHERÁN |
‘En el nombre de Dios, el misericordioso, el compasivo’
(Cita que incluyen todos los libros de texto en Irán)
Mi espíritu inquieto seguramente necesita emociones como las que me ha deparado la jornada de hoy, para poder rellenar con sólida argamasa de viajero los huecos entre los ladrillos de la ruta. El día ha amanecido en Teherán con lluvia intermitente y feos nubarrones, en todos los sentidos. Muy de mañana, y con gran esfuerzo, he conseguido contactar con la embajada española, y una funcionaria cordial, cercana y extremadamente amable me ha asegurado que pesa sobre el país una ‘amenaza real y específica’ -en sus palabras-, e informada de que viajo sólo, me ha pedido el número de móvil, ‘por si acaso’…
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ESTACIÓN CENTRAL DE TEHERÁN |
Poco después, el mismo simpático chófer que me recogió el otro día en la estación a la llegada de Estambul, me ha devuelto a la misma tras el desayuno. Pero hoy no ha estado tan simpático; mis preguntas sobre la amenaza israelí han logrado incomodarle hasta tal punto que apenas ha abierto la boca para responder. Al apearme del coche delante del masivo y moderno edificio ferroviario, ha llegado –me he supuesto- su venganza por el interrogatorio anterior: me ha alertado muy serio sobre el peligro en el viaje, haciendo subir mi grado de excitación varios enteros.
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COLORIDOS COCHES DE VIAJEROS |
Desde luego, al acceder al vestíbulo de la estación, uno no encuentra motivos para tal advertencia. Tras un escáner de equipajes, se ha de pasar de uno en uno por las puertas practicadas en una barrera acristalada que se extiende de pared a pared, y en ellas unas chicas solicitan el billete y una identificación, por llevar aquél impreso el nombre del pasajero. En mi caso, ha sido obligada la incómoda visita al departamento de ‘policía para extranjeros’. Y una vez en el vestíbulo, nadie puede acceder a los trenes hasta que no son anunciados, una media hora antes de la salida, momento en el que se abren las cancelas de acceso al andén, situado a un nivel inferior, disposición que recuerda a la de la madrileña estación de Chamartín. Durante la espera, el lado más humano de los iraníes se me revela de las formas más amables: un anciano me invita a un limón que acepto gustoso, y al momento una encantadora y muy viajada señora mayor a la que un hilo de saliva no deja de manarle desde una esquina de sus labios coloreados, me ha pedido que le seleccionara la hora en su teléfono móvil, agradeciéndome de forma sincera la ayuda.
Cuando finalmente se anuncia nuestro tren y bajamos al andén, he tenido que sortear al pie de las escaleras mecánicas a una mujer y a su niña pequeña, hechas un ovillo tras caerse y darse un considerable golpe al intentar poner el pie en ‘tierra firme’ tras el descenso… finalmente consigo parar la escalera, y la mujer y su retoño se levantan sin aparente daño, envuelta la madre en un largo chador negro, que seguro que no ha ayudado mucho en la maniobra de bajada.
El esquema de vías de la estación central
es sencillo, denotando unos índices de tráfico de pasajeros más bien escasos. Con gran disimulo, he conseguido hacerle la fotografía de rigor a la locomotora que nos remolca, pues la chica del control me ha advertido en tono seco que ‘fotos no’. El viaje de unas cuatro horas lo haré en el departamento de literas de un coche destartalado como sus hermanos de composición –cuyas puertas exteriores cierran con llave durante la marcha los empleados del ferrocarril-, compartiendo espacio con viajeros nacionales, relajados y simpáticos, con ocasionales diálogos gestuales y bastantes risas… de alguna forma conseguimos entendernos en lo relativo a nuestras ocupaciones y ‘status’ familiar, y me invitan a patatas fritas, agua, una manzana…
Nos alejamos de las montañas Elburz del norte, hasta ingresar en una llanura de horizontes infinitos, que corresponde a la parte occidental del desierto de Kavir. En algún momento al sur de Qom -ciudad reverenciada en el universo religioso chií, y prácticamente vedada a los occidentales-, este paisaje ha aparecido cubierto con parches de nieve fresca. La superestructura invita a la velocidad a nuestra locomotora yankee, y ésta se anima en alegre marcha. Calculo que la punta en varios trayectos habrá rozado los 140 km/h. La línea, que es de vía doble sin electrificar, desde luego tiene un excelente trazado, y el espesor generoso del balasto, el grueso carril, la traviesa monobloque de hormigón y la amplia entrevía sugieren que, con una inversión no demasiado elevada en agujas y en sistemas de seguridad, la velocidad podría ser elevada considerablemente.
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VIVIENDA TRADICIONAL ABASÍ |
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LLEGADA A KASHAN |
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TORMENTA SOBRE KASHAN |
Por la derecha se acercan poderosas de nuevo las montañas persas cuando por fin llegamos a la estación de Kashan. En ésta, una inoportuna fotografía del tren me cuesta un control de pasaporte por cuenta de dos uniformados ociosos. E instalado por fin en el hotel, salgo disparado en en el coche con chófer que contraté para, en unas pocas horas, y ya completamente de noche, intentar sacarle el máximo partido a una ciudad que sí cuenta ya con parte del encanto de oriente, pero tras visitar unas casas tradicionales abasíes y unos baños, comienza a descargar una tremenda tormenta de agua y aparato eléctrico, que deja sin luz a varios sectores de la ciudad. Es imposible continuar la visita, pero la vuelta en coche hasta el hotel, con la forma de conducir de estos chicos, la calzada llena de balsas de agua y los rayos cayendo por todas partes, con el aderezo del reproductor de audio al máximo volumen, ha sido como subir en una montaña rusa. Definir la experiencia como excitante es quedarse corto.
Y el día no da más de sí. Una exigua cena y un exiguo descanso me recomponen el alborotado ánimo para, a las dos de la mañana, tomar el tren a Isfahán. A Isfahán…
** 05 DE NOVIEMBRE ** ▼(Haz click aquí para mapa de ruta)
No podía esperar menos....escritura e imágenes estupendas y maravillosas....me parece sencillamnte perfecto,pero no sólo a mí,porque me han llegado comentarios buenísimos sobre tú blog...Espero con impaciencia tus próximas fotos y narraciones......
ResponderEliminarNo sé quizás....porque no he estado en esos lugares tan fantásticos y también porque desconozco todo ese mundo de los trenes...Con tu blog estoy aprendiendo,(excelente trazado,el espesor generoso del balasto,el grueso carril,la traviesa monobloque de hormigón...)Tus explicaciones hacen que me sienta allí.Recorriendo esas calles de Isfahán,mirando el Taj Mahal,departiendo con los invitados de una boda,saboreando te,oliendo......No sé será quizás que lo haces muy bien...jajaja...Sólo puedo decirte:sigue deleitandonos con TU TALENTO....
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